domingo, 3 de julio de 2011

Menchu Gal

Por barraca, me he encontrado, en Málaga, con la obra de Menchu Gal, la conocía por reproducciones en catálogos, pero nada que ver con la realidad; el nombre de la exposición retrospectiva “La alegría del color” puede dar una idea de lo que se experimenta al entrar en las salas del Archivo Municipal de Málaga, donde la obra de Menchu se nos muestra en todas sus facetas.




Menchu Gal nace en lrún en 1919. Sus primeros estudios los inicia en el Colegio del Pilar de Irun, donde comienza a mostrar su inclinación artística.; sus profesoras, las religiosas de la Compañía de María, dicen de ella que era, “una niña imaginativa que disfrutaba más con lápices de colores que frente al libro de estudio “. “Le costaba adaptarse a los estudios debido a su carácter independiente que derivaba en ocasiones en faltas de disciplina”.
Desde joven se relaciona con la vanguardia tanto de Bilbao como de San Sebastián, que son, durante los años de la Segunda República, los principales y más progresistas focos artísticos del País Vasco.

Con 17 años consigue una beca para continuar su formación artística en la academia parisina de Amedée Ozenfant ( pintor cubista francés, dentro de la tendencia purista) , donde conoce a Fernand Léger, que visita frecuentemente la academia de Ozenfant, aunque se dice que fue su maestro, esto ultimo no esta claro.
A pesar de tener grandes maestros y estar en contacto con los círculos vanguardistas de Paris, cuando regresa a España en 1935, la joven artista no da por terminado su aprendizaje y se matriculara en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, estudios que le interrumpió la Guerra Civil, y que luego continuara bajo la tutela de Daniel Vázquez Díaz y de Aurelio Arteta.
En Madrid formara parte del “grupo de Madrid” dirigido por Benjamín Palencia.

Tras su retorno al País Vasco, una vez finalizada la guerra, continuó con su formación hasta convertirse en una de las artistas más prolíficas del siglo XX.


De forma breve, su obra la podemos considerar expresionismo fauvista, destaca por el color, color que va depurando hasta utilizarlo cari puro y directo; desde el punto de vista temático, en su obra dominan los paisajes, tanto los norteños donde se desarrolla su juventud (Fuenterrabía) Hendaya, etc, como los castellanos, estos últimos realizados en tonos dorados y, en menor número; los retratos, interesante la serie que realiza de su madre, y los bodegones.





Su obra es figurativa, pero no se trata de una imitación de la realidad sin más, sino de una interpretación del natural pasada por la emoción subjetiva de la pintora, que se traduce estilísticamente, y de manera evolutiva, por medio del impresionismo, del neocubismo, y del expresionismo, más propiamente fauvista, los nabis, y Chagall, prueba de que la pintura de Menchu Gal resume muy bien el devenir de pintura de los últimos ochenta años.






Para Juan Manuel Lumbretas, “Mecha Gal, María Blanchard y Carmen Laffont son las tres grandes damas de la pintura figurativa, abarcando lenguaje tan dispar como el neocubismo de Blanchard, el realismo magico de Lafort y el expresionismo fauvista de Menchu Gal que le permite interpretar los temas, paisaje, retrato, bodegón, con la libertad que ha sido la norma suprema de su propia vida”






Muy interesante ver y escuchar en la página:

http://www.fundacionmenchugal.com/noticias.htm



las conferencias:

“ Una mirada sobre la obra de Menchu Gal” de Edorta Kortadi Olano
“ Menchu Gasl y el rio Bidasoa” de Francisco Javier Zubiaur Carreño





“ El valor de la obra de Menchu Gal ha sido reconocido por los principales críticos e historiadores españoles, y se articula en torno a los grandes dominios en que trabajó: paisaje, retrato, bodegón. Se ha destacado en ella la brillante ejecución de su obra, su frescura, su vitalismo, su visión penetrante para ver más allá de la apariencia, todo ello dentro de una figuración renovada que permite a sus sucesores enlazar con la tradición pictórica española sin menospreciar el arte nuevo de allende nuestras fronteras, vitalizándolo con su aporte vascongado.
La luz y el color jugaron en su obra papeles absolutamente protagonistas. La atracción por el color lleva a la luz y viceversa. Y la forma, o un cierto grado de informalismo, nos hablan de su capacidad emotiva, de su apasionamiento o, por el contrario, de su sentimiento delicadamente poético en el momento de aplicar los pinceles.
En cuanto a su aportación al conjunto de la pintura española, Zubisur destacó su pertenencia a una generación de supervivientes, los de la postguerra española que eclosionaron entre 1940 y 1960, y no sólo sobrevivió, sino que floreció en el momento más duro, lo que es más de admirar siendo mujer. Es de elogiar que en aquel ambiente supiera defender su vocación artística e imponer su nombre a la crítica especializada. Su trayectoria no deja de sobrecogernos, pues alcanza los 70 años de producción, con una trayectoria reconocida por importantes premios: el Gran Premio de Acuarela en la II Bienal de Arte del Caribe (1954), el Premio al Mejor Retrato en la III Bienal Hispanoamericana de Arte de Barcelona (1955), el Premio Nacional de Pintura (1959) y el Premio Biosca (1960), habiendo obtenido todos los existentes en su tierra, Gipuzkoa.”

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